¿Que nos pasa ante lo imprevisto, algo que sucede y no lo teníamos planeado? ¿Y que nos pasa, sobre todo cuando lo consideramos como “malo”? Todos tenemos una respuesta aprendida, aquella que puede venir de nuestro árbol genealógico, y quizás ha sido la respuesta que nos ha permitido llegar hasta aquí, pero ¿nos hemos detenido a pensar si esa respuesta hoy es la adecuada, para lo que yo deseo en la vida? Es muy común, además, que ni siquiera la tengamos consciente. Nos sucede algo, actuamos, y en la mejor de las veces, luego que paso, evaluando los resultados, nos detenemos a pensar porque actuamos como lo hicimos. Hablo de huir de lo que nos está pasando De atacarlo De quedarnos paralizados, y no reaccionar O de volvernos solícitos, complacientes, con lo que nos sucede. Te invito a que te tomes un momento para ver con cuál de ellas te identificas. Por años yo tuve este tema en transparencia, invisible. Y hace un tiempo me di cuenta de que mi respuesta era la huida. De pequeña, inventándome mundos de fantasía, y de grande el estar siempre con la agenda llena. Este fue un paso muy revelador, para que?, para luego actuar y cambiar ese patrón. Esto me ha hecho estar más presente. Ya no me escapo, he aprendido a mirar a los problemas de frente sabiendo que puedo con ellos. Y a tí, ¿cuál de ellas te resuena familiar?